Historia de los belenes
Los belenes de Navidad son uno de los elementos que mejor manifiestan una tradición arraigada desde siglos atrás en la cultura europea. Si en la actualidad todo el proceso y posterior representación de lo que fue el Nacimiento de Jesús, no entiende de élites, bien distinta era esta situación durante el periodo barroco. Pues la nobleza se encargó de atribuirles una finalidad distintiva desde el punto de vista social.
Las primeras noticias de las que se tiene constancia, se remontan al siglo V, hablándose de la construcción de una cuna realizada con la madera del pesebre de Belén. Aunque, el primer Pesebre de la historia del que se tienen referencias es el de Giovanni di Pietro Bernardone, San Francisco de Asís, en 1223, el cual era procedente de familia burguesa, y quien en la más estricta austeridad, y valiéndose de una mula y un buey, realizó la primera representación de la natividad.
En el siglo XIV, y sobre todo, debido a la influencia de los frailes franciscanos, se introducen estas representaciones en el interior de las iglesias. Entre ellas, destacamos las llevadas a cabo por el arquitecto y escultor florentino Arnolfo di Cambio, que realizó a tamaño natural las figuras de la Virgen, San José y el Niño, además de la mula y el buey. Estas se encuentran hechas de mármol y hoy todavía se conservan en la iglesia de Santa María la Mayor, en Roma. Otra representación es la elaborada por el artista Andrea della Robia, en el duomo de Valterra.
En España, el belén, se introdujo
por los franciscanos, en el siglo XV. Estas composiciones solamente mostraban
los elementos principales del conjunto: el pesebre, (fundamentalmente), lo que
todavía resultaba ser una reminiscencia de los presepi (pesebres)
italianos. Poco a poco se fueron incorporando un mayor número de figuras. En
este sentido es destacable el belén de la catedral de Sevilla, y que data del
siglo XVI. Además, tenemos
constancia, que ya en esta misma época (concretamente en 1471) se creó en Alcorcón
el primer taller de belenes.
No será hasta el siglo XVIII cuando
el belén pasaría a representarse en ámbitos externos a las iglesias, siendo las
casas reales europeas quienes tomarán el relevo. Posteriormente, serían los
linajes nobles los encargados de fomentarlos, hasta, finalmente, llegar a las
clases populares.
Los belenes, se convirtieron en un objeto de lujo y de divertimento para la nobleza. Y fueron éstos, quienes crearon grandes escenarios. Paisajes, escenas de artesanos, los pastores con los animales… todo ello engrandeció el primitivo concepto de pesebre para convertirse en lo que conocemos hoy en día. Para crear dichas representaciones, los nobles no dudaron en encomendar la tarea a los artistas de renombre de la época (en España los más populares fueron: Salzillo, Montañés o la escultora Luisa Roldán, más conocida como “la Roldana”). Todo ello, resultó ser una demostración de apariencias y de poder. Sin ninguna duda, convirtiéndose en un icono que marcará la distinción entre las clases más pudientes y el resto.
La introducción de esta tradición en
España se debió principalmente por parte del rey Carlos III. Concretamente fue
en 1759, cuando se introdujeron en nuestro país, los presepi
napolitanos. Estos estaban inspirados en las corrientes artísticas del
Barroco, en los que las figuras se convertían en un personaje más. Dentro de un
escenario cargado de decoración y detalle en el que, además del nacimiento se
realzaba la importancia de representaciones secundarias, tales como los
talleres artesanales, animales o viarios. Y, es así, como nace el gusto por los
belenes napolitanos.
David
Gómez de Mora / Carmen Rosario Torrejón
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